Cuando ores…

Cuando ores…
Todos en más de una ocasión, hemos alargado nuestras oraciones explicándole a Dios quiénes y qué son, otras veces, hemos pretendido exhortarle y hasta imponerle que haga esto o aquello y en ese preciso momento.
Otras veces, cuando oramos, hacemos toda una exposición teológica para "convencer a Dios" o dar una apología valida que sustente nuestros argumentos y provoque la "Fe" en nosotros y los que están escuchando.
En ocasiones hasta predicamos orando, exhortando al pueblo, expresando indirectas y hasta hacemos alarde de santidad y devoción para justificarnos. ¡Oh cuantas veces oramos para calmar nuestra conciencia, cumplir un espacio o por pura religiosidad y costumbre; pero no para ser escuchados legítimamente por el Dios del cielo!
Hemos de entender que la oración debe hacerse desde un corazón humillado, sumiso a la voluntad de Dios, en una actitud de rendición sincera, siendo honestos en los argumentos y sin tratar de manipular las escrituras o la forma de Dios operar nuestra historia.
Deberíamos ir al punto, exponiendo y abriendo nuestro corazón honestamente exponiendo nuestras verdaderas intenciones y motivaciones; con una actitud de obediencia, alabanza y gratitud a Dios.
La Oración es el medio que nos dio nuestro buen Señor para comunicarnos con él, diáfanamente, con sinceridad y trasparencia, en espera que se haga su perfecta voluntad; pues esa en la mejor, "agradable y perfecta" para nuestra vida.
2 Crónicas 7:14.; Eclesiastés 5:1-2; Mateo 6:7; Filipenses 4:6; Romanos 8:26.